Empieza este blog con un relato escrito hace ya algún tiempo y que lleva por nombre Serendipias.
Saludos
Serendipias
Antony Flores Mérida®
Antony Flores Mérida®
Sentado en la butaca del cine, con el bote de palomitas sobre las piernas y viendo los comerciales que suelen poner antes de la película, me pongo a pensar un poco en lo que me has dicho.
Algunas veces fantaseas con la idea de jugar a abandonarnos y dejar que el tiempo nos reencuentre, convertidos en personas diferentes pero esencialmente siendo los mismos, jugar al azar con la premeditación y malicia de un par de asesinos.
No te niego que el juego ese me seduce y me da miedo, como cualquier buena aventura que está a punto de empezar. También se parece un poco a la idea de esa película cursi que alguna vez vimos juntos en la sala de tu casa, Serendipity, ¿lo recuerdas?
Ya me imagino un día despidiéndonos definitivamente por un tiempo imposible de determinar, con la seguridad de que un día habremos de reencontrarnos, pensando en las probabilidades.
Si todo el plan saliese de acuerdo a lo planeado, andaríamos por ahí un tiempo, cumpliendo con nuestras obligaciones en sociedad: ser hijos, hermanos, trabajadores responsables, iríamos a una que otra parranda, viviríamos una aventura aquí y otra allá. Una seguridad que no te explicas te dice que yo me dejaría llevar hacia nuevos cuerpos, nuevos senderos, hacia más mujeres para que quede claro, y yo por mi parte dudo en tal suerte.
Y claro, un día dentro de algunos años, cuando menos lo esperásemos, coincidiríamos en un café, o en una calle, en el centro comercial y nos intentaríamos poner al tanto de nuestras vidas. Qué hemos hecho, si terminaste la segunda carrera, si tenemos pareja, si nos hemos casado (claro que el plan no contempla este factor, pues se supone que la idea era el reencuentro).
Entonces nos invitaríamos a tomar un café, talvez a algún lugar conocido. Siendo como soy propondría el lugar donde tuvimos nuestra primer cita, aunque claro, ese café ha cambiado tanto que ya ni siquiera es posible encontrar ahora una mesa como en la que nos sentamos esa vez que derramaste el té de canela que habías pedido. Tampoco ponen el lugar a media luz, como fue en aquella ocasión, así que el misterio y el romance se verían reducidos drásticamente.
Intentaríamos pasar por alto esos inconvenientes, incluso el hecho de que talvez ya ni siquiera habrá un buen cantante de trova al cual pedirle nuestra canción, así que tendríamos que empezar a improvisar, a llamar a los recuerdos, a tararear esa tonada y luego quedarnos callados por unos instantes.
Entonces tú dirías con esa voz que he dado en llamar cálida, esa que usas en los momentos en los que nos sentimos más cerca, “pasó un ángel”, y yo te sonreiría en ese momento asintiendo con la cabeza por que así dijiste la primera vez que se nos acabó la plática y nos dimos un beso.
Se supone que entonces te deberé llevar a casa, que me invitarías a pasar y que dejaríamos que se reencuentren nuestros cuerpos y nuestras conciencias, sin más, olvidándonos de los años que no nos hemos visto, así de romántico, se supone.
Pero creo que no se puede, por que en ese futuro ya no seríamos las personas que fuimos esa noche que tiraste el té de canela, seremos diferentes, talvez en ese futuro las consecuencias pesen más sobre nuestras cabezas y talvez el plan se malograría cuando nos diéramos cuenta que no podemos volver la marcha atrás por que hemos hecho nuevas vidas, encontrado nuevos cuerpos, fabricado nuevos amores.
No nos funcionaría como en las películas, al menos no como en Serendipity. No lo amelcochado de esas cintas en las que no importa cuantas personas hay en el camino de dos que se aman, etcétera.
A nosotros nos funciona lo nuestro. Ese placer del poco tiempo que tenemos para ser nosotros luego de cumplir con las “obligaciones sociales”: ser hijos, hermanos, ser trabajadores responsables, etcétera. Nos funciona el conflicto de ser tan diferentes, tan complicados, y la paradoja es que el mundo a nuestro alrededor nos ve tan parecidos el uno al otro. Eso es lo más curioso que hemos descubierto juntos.
Ya va a empezar la película y la sala está casi llena. Eso me hace pensar en lo complicado que sería jugar a separarnos. Nos conocemos tanto que sin buscarnos, terminaríamos encontrándonos antes de dos días. Como justo ahora, hoy, cuando se supone no habría de verte y descubro por casualidad que te has sentado dos filas delante de mi.
1 comentarios:
felicidades.. al fin un blog que esperemos funcione.. jejejeje
Enhorabuena..exito
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