domingo, julio 1

Ese perro infernal...

Intenta caminar a lo largo de la noche, hacia un punto indefinido: un par de brazos abiertos, una puerta apenas iluminada, un desierto bulevar de provocaciones rotas. Camina, simplemente camina, y entonces te llegarán a la cabeza miles de pensamientos sucedidos uno por otro, hilados, como si jalaras una hebra de un sueter tejido y toda la prenda empezara a deshacerse. Eso pasa, uno se deshebra cada vez que piensa. El tiempo con uno mismo puede ser torturante.
Tarde o temprano piensas en el amor, ese perro infernal. Ya lo decía Bukowsky. Y piensas que sí, así ha de ser finalmente: bestia domesticada pero siempre salvaje, mordiendo tu mano cuando intentas alcanzarla, pero finalmente, perro infernal como es, se queda a tu lado.
El amor es un perro infernal.
Pero sigues pensando y no te quedas en esos versos precisamente; vas de largo.

MELANCOLÍA
Charles Bukowsky

la historia de la melancolía
nos incluye a todos.
me retuerzo entre las sábanas sucias
mientras fijo mi mirada
en las paredes azules
y nada.
me he acostumbrado tanto a la melancolía
que
la saludo como a
una vieja
amiga.
ahora tendré 15 minutos de aflicción
por la pelirroja que se fue,
se lo diré a los dioses.
me siento realmente mal
realmente triste
entonces me levanto
PURIFICADO
aunque no haya resuelto
nada.
esto es lo que me saco por patear
a la religión por el culo.
debi haber pateado a la pelirroja
en el culo
con todo y su ce
rebro, su dinero,
su mantequilla.
pero no, siento tristeza
por cualquier cosa:
la pelirroja
fue solo un golpe más
en mi vida llena
de pérdidas.
escucho los tambores en la radio
y sonrío.
hay algo mal en mí
además de la
melancolía


Sigues caminando, por que lo que quieres es seguir caminando, hacia la nariz húmeda que olisquea, hacia las orejas que se yerguen para aguzar el sentido, hacia los ojos transparentes que ven a través de la noche. Caminas, caminas, caminas.
Caminas hacia las fauces, sedientas, ansiosas. Le lanzas tiras de carne que has sacado de tus muslos, de tus costados, de tu cara. Entregas los brazos a los colmillos para que los desgarren y no puedas hacer nada más con ellos. Te entregas. Te avientas todo. ¿Qué más da? Todo este tiempo caminando sólo buscabas caer en las fauces del amor, ese perro infernal.

0 comentarios: