Al abrir la puerta del auto un tufo ardiente sale y me golpea. Lo pienso dos veces, ir o no ir. Veo hacia la puerta de la casa y recuerdo el asfixiante aire batido por las aspas del ventilador. Ni su máxima velocidad refresca nada dentro de aquellos cuartos. Ya no se diga abrir las ventanas, lo único que entra es el vapor que nace de las calles, que se alza de las aceras y del pavimento.
Respiro profundamente y entro al auto armado nada más de una botella "Bonafont" que rellené con agua fría del refrigerador (ahorro: $8.oo).
Pongo el auto en marcha y arranco tan pronto una combi ha levantado pasaje y pasa a mi lado. "Las ventilas" recuerdo en ese instante. Empujo una pequeña palanca y gano velocidad para que el aire se cuele a través de ellas. Puro y simple aire caliente.
"!Qué pinche calor!" Ni modos, aguantarse. Sigo adelante.
Al llegar al libramiento tengo que esperar la aparición de un espacio entre los autos para lanzarme hacia la vía rápida. Mientras tanto, dentro del auto es como un sauna. Tan solo han pasado tres o cuatro minutos desde que salí pero sudo como si acabara de correr la maratón. "Esto es una verdadera mierda, una verdadera mierda. ¡Sólo eso! ...¡un espacio!"
Me lanzo a la carrera y logro alcanzar el verde del semáforo. Gano velocidad una vez más, el aire que se cuela por las rendijas es un poco más fresco pero da igual, dentro del auto el calor sofoca. Anunciaron que llegaríamos a 40 grados... "será a la sombra pero aquí dentro hay más que esos 40".
El siguiente semáforo no me beneficia, me obliga a detenerme dos minutos bajo el sol. Veo la cajetilla de cigarros pero pensar en el humo aumenta mi transpiración y me da un poco de asco. "Falta poco, falta poco".
Acelero tan pronto la luz cambia, pienso en si debo pasar el límite de velocidad pero los pensamientos no son tan rápidos como la acción. La aguja ya superó los 80... por otro lado, la aguja de la temperatura del motor está por alcanzar los 100. "¿Hace cuanto que puse anticongelante? Mañana compraré un poco más".
Me preocupa que el auto empiece a echar humo en cualquier momento, pero pronto me doy cuenta que con la velocidad, la temperatura del motor empieza a bajar. "Todo bien, todo bien".
Sigo sudando, pero ahora sí tengo ganas de un cigarro. Acelero. Una curva, una subida, otra curva, una pendiente... una curva con pendiente, desviación, bache, boyas, curva, boyas, desviación.
La pluma con sus barras amarillas y negras me cierra el paso. Extiendo la mano y el expendedor me surte un boleto, en cuanto el obstáculo se levanta meto la marcha y bajo por una rampa, conduzco hasta el cajón de estacionamiento más cercano.
Salgo del auto sudando. Asifixiándome un poco. Siento los brazos húmedos de sudor, la camisa se me pega en la espalda y el pecho. Siento las gotas en toda la cara. "¡Putamadre! Si me acabo de bañar."
Antes de irme recojo los cigarros, caminó hasta una entrada donde las puertas se recorren hacia los lados y me permiten pasar.
El aire es diferente. Una oleada fresca me golpea la cara y casi de inmediato, siento cómo mi cuerpo libera el calor acumulado durante el viaje y el sudor se empieza a enfriar.
Me toma un par de minutos llegar hasta una silla, acomodarme frente a la mesa y unos minutos más ver el refrescante vaso de té helado con un par de cubos de hielo enormes flotando.
El primero sorbo lo cura todo. Enciendo el cigarro finalmente.
"¡Qué pinche calor!"
miércoles, abril 23
De calor... me muero.
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