jueves, febrero 12

Hiel y jaqueca

Me pregunto, a estas horas, cuando las aspirinas no han hecho ni madres por mí -ni conmigo-, justo en este momento y no en otro, como si de verdad importara, cuando todavía puedo paladear la hiel, un tanto por impotencia, otro más por simple deporte extremo, sí, justo aquí y ahora, en este sitio que no es el mejor del mundo, donde me ahogo un poco cada día, donde mi cabeza no funciona como debe, si, jajajá, justo aquí -me gusta el sonido estridente de mi risa, la forma en que rompe la tranquilidad de las salas de cine, la manera en que delata que es mía y de nadie más, nadie puede reírse con las ganas con las que lo hago, nadie, mi risa me gusta, quisiera tener risa para regalar-, mientras me palpita el lado izquierdo del cerebro, mientras se hincha mi sien de manera imperceptible para todos pero no para mí, mientras deseo fervientemente un algo de qué asirme en este instante, barca, madera, ancla, con los ojos ardientes, ardorosos, ardidos, con el sueño revoloteándome en la garganta como un eructo, con los pies sudorosos, con el hambre congelada, la sed echa jirones por la cocacola, con el asco del cigarro, el mareo, con los achaques propios del estrés, del desgano, con las ganas de reventar madres por mero gusto, por venganza, por nadamás, aquí, sí, ahora, así, me pregunto, si algún día...

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