Casius Argante tamborileó los dedos contra el apoyo del brazo, veía con impaciencia desde su silla los inútiles esfuerzos de la tripulación por corregir el rumbo. ¿Qué los había golpeado? No lo sabían, lo único importante eran dos cosas: el casco había soportado el impacto y no había daños estructurales graves, lo otro era que no sabían dónde estaban y debían averiguarlo de inmediato.
Podía haberse tratado de un meteoro, aunque el sector por el que viajaban al momento del golpe carecía de los mismos; también pudo haberse tratado de chatarra espacial, aunque los radares no lo habían detectado; una nave pudo haber colisionado contra ellos, lo cual era poco probable; todas las teorías eran difíciles de probar y lo más urgente, de momento, era averigual la posición.
El golpe los había sacado de rumbo. Esas cosas pasan a veces cuando se viaja a velocidad crucero, le dijo el timonel Jhonson.
- Yo estuve cuando lo del Estrella Nueva, ¿lo recuerda? Una nave con el radar averiado y una computadora infectada nos pasó muy cerca y nos sacó de rumbo. El problema fue que no supimos que habíamos salido de curso sino hasta que...
- Sí, sí, lo sé, lo vi en la academia, Jhonson.
El timonel Jhonson era un veterano que había estado en viajes desde su post-adolescencia y no contaba con ningún grado militar. Toda su vida la había pasado en naves comerciales y el resto de la misma lo pasaría en el espacio. Era un afroamericano con el rostro arrugado y el bigote encanecido, una amplia sonrisa que emergía a la menor provocación y las trivialidades como los grandes problemas, parecían preocuparle lo mismo: casi nada.
Pese a su escasa formación, se había ganado fama suficiente sobre sus conocimientos en el espacio y ahora era timonel del transbordador que capitaneaba Casius Argante, que con solo 30 años encima, estaba a cargo de una tripulación completa.
Mientras tamborileaba y observaba impaciente, con la cabeza inclinada hacia la derecha, los ejercicios de los de a bordo, pensaba en aquel inconveniente. Había previsto llegar a destino mucho antes que el resto del convoy comercial que él encabezaba y ahora aquel incordio le había destrozado los planes.
- Bueno, ¿ya?
- No, capitan Argante, pero creo que ya sé lo que nos golpeó.
- No me interesa lo que nos golpeó, quiero saber dónde estamos y hacia dónde vamos. Detengan la nave.
La tripulación se le quedó viendo sin decir palabra. Estaban viajando a velocidad media con rumbo a un sistema solar de cuatro planetas, tenían que llegar cerca de alguno antes de detenerse. Quedarse "parados" en medio del universo no era una maniobra precisamente recomendada.
- Quizá deberíamos llegar hasta el tercer planeta del sistema cercano, no nos tomará más de...
- ¡Cállate, Jhonson! Nadie aquí puede determinar dónde estamos y seguir así, sin rumbo ni más, no sirve de nada.
- Pero, Capitán, detenernos es como... bueno, al menos deje a Carreón decir qué nos golpeó.
- Bien, bien, rápido.
Jhonson hizo una seña al Navegante para mantener curso al tercer planeta sin que el Capitán se percatara y dejó pasar a Carreón, el Holocartógrafo para que diera su reporte.
- Pasábamos por el cuadrante de la Tercera Colonia cuando recibimos el impacto. Hay algunos reportes, que me tomé la molestia de cotejar, que refieren a un fenómeno que se registra en el punto...
- Al grano, Carreón, al grano -gimió, impaciente, Argante sin dejar de tamborilear el brazo de su silla de mando.
- Bueno, parece que nos golpeó una boluta de Éter Negro.
Argante dejó de golpear el brazo de su silla y alzó la mirada a Carreón. El Holocartógrafo casi deseó no haber propuesto aquella idea. Para los navegantes experimentados, el Éter Negro era una especie de tabú, todos habían hablado en algún momento de él pero nadie quería conocerlo, si es que en realidad existía. Los egresados de las academias se burlaban de los veteranos, pues ningún científico en ninguno de los planetas colonizados, había logrado encontrar, generar o replicar los efectos que se describían de esa especie de materioenergía. Sin embargo, eran bien conocidos los sitios en los que se registraban fenómenos de Éter Negro. Y Carreón sabía que en el Plan de Vuelo del Capitán Argante, estaba uno de esos sitios. Casius lo había determinado así, quería llegar a un punto de salto diferente al resto del convoy para adelantar camino y el Holocartógrafo accedió sin chistar. Pero ahora, habría deseado haberlo hecho.
- Qué barbaridad. Eso no existe.
- Bueno, el casco no sufrió ningún daño por el impacto, de hecho, las medidas de energía antes y después del mismo no tuvierno ninguna oscilación negativa, por el contrario, hubo un ligero aumento de carga. La aleación del casco físico, que como usted sabe, Capitán, sigue al casco energético del que hablé primero, registraron una oxidación en algunas partes. Se elevó también el nivel de ozono en algunos sitios de la nave. Todos ellos, efectos del Éter Negro. Además...
- Basta de tonterías -interrumpió Casius Argante- no quiero escuchar más del asunto.
- Pero, Capitán, si pasamos a través de una boluta de materioenergía, lo más probable es que...
- Lo más probable es que nada.
La nave estaba orbitando el tercer planeta del sistema. Jhonson agradeció que Carreón hubiera distraído lo suficiente a su Capitán y él mismo hizo algunas lecturas. Cuando cotejó por tercera ocasión las medidas, cuando pidió al ingeniero de estructuras que hiciera de nuevo las mediciones energéticas y las condiciones ambientales interiores, cuando contempló las líneas de datos y recibió las proyecciones para las próximas horas, suspiró largamente. ¡Cómo deseaba un cigarrillo en aquel momento!
- Bueno, Jhonson, ya debes saber dónde estamos.
- Sí, Capitán.
- ¿Y qué esperas para decírmelo?
- No hay que esperar nada, Capitán, pero no creo que le guste.
- Me guste o no, dímelo. Es una orden -Argante dejaba ver su inexperiencia al mando lanzando órdenes cuando se desesperaba.
- Muy bien. Los datos indican que viajamos unas 10 mil unidades astronómicas entre el momento del impacto y el cambio a velocidad media crucero; también indican que no sólo nos desviamos del curso fijado en el Plan de Vuelo -Argante lo miraba con el seño fruncido- sino que en el momento que cambiamos de velocidad, alcanzamos un punto de salto que nos trajo a las inmediaciones de este sistema solar que está ubicado aquí -y Jhonson señaló con el dedo un punto en un holomapa, Argante intentó reconocer la zona pero no lo logró- y claro, no reconoce el lugar porque no es una galaxia colonizada -Argante abrió los ojos como platos, aquello no era posible-, y no solo eso, solicité las mediciones ambientales internas y estructurales de la nave y la aleación está sufriendo una oxidación acelerada, a lo sumo, nos quedan unas tres horas estándar antes de que el casco se empiece a desintegrar. El oxígeno también se está consumiendo y convirtiéndose en ozono. Eso es todo, Capitán.
Argante se quedó paralizado. Ya no tamborileaba los dedos contra el brazo de su silla de mando. Una pantalla a la derecha se apagó. Las computadoras de vuelo empezaban a dejar de funcionar. Él había escuchado de esas cosas. Eran cuentos que se narraban por las noches en la academia. Y ahora él mismo estaba en uno. ¿Cuántos habían sobrevivido a un choque con Éter Negro? ¿Cinco? ¿Quince? No lo recordaba. Sólo sabía que algunas comunicaciones habían llegado a satélites en algunos puntos del universo. Pero si la posición en el holomapa era correcta...
Argante agachó la cabeza, derrotado.
- Bueno, Capitán -sugirió Jhonson, anhelando un cigarrilo pero guardando la compostura y esbozando una ligera sonrisa-, me he tomado algunas libertades y he hecho mediciones del planeta que orbitamos. Hay oxígeno ahí, quizá, si aterrizamos...
- Sí, sí, aterricemos. Fijen curso. Jhonson, encárguese de la maniobra.
- Pero, Capitán, es que...
- ¡Que fijen curso, he dicho! Jhonson, usted está a cargo de la maniobra. Llévenos a tierra.
"Tierra. ¿Tierra?" pensó Jhonson.
El timonel dio las instrucciones, pidió se realizaran los marcajes para aterrizaje y cuando estuvo todo listo, se acercó a una de las paredes donde activó la señal para tomar las cápsulas salvavidas. La tripulación se levantó un poco alarmada, se miraban unos a otros sin entender. Jhonson se acercó al Capitán.
- Señor, la nave no resistirá el aterrizaje, pero he seguido sus órdenes como ha pedido. El curso se ha fijado según el plan de vuelo que usted instruyó. Sin embargo, como Timonel, mi deber es instruir a la tripulación el cuándo debe abandonarse una nave. ¿Recuerda la historia que le conté de Estrella Nueva? Bueno, ésa fue mi labor en esa ocasión y nunca la dejé. ¿Sabe usted por qué?
Argante lo sabía. Apretó los dedos al brazo de su silla de mando. La tripulación se veía entre sí, pero finalmente se encaminó a los tubos de las cápsulas.
- Adiós, Capitán -dijo Jhonson, sonriente, recordando las muchas veces que había rechazado la posibilidad de capitanear una nave estelar.
Mientras Argante, con los dedos apretados a los brazos de su silla de mando, maldecía para sí mismo las historias sobre Éter Negro.
3 comentarios:
Vaya manera de viajar, puedes darme un carnet de viajero frecuente¿?
Oh! sip, sabe que lo leo y lo releo.
Éxito capitán, seguramente todos llevamos el mismo plan de vuelo.
Besotes!!!
XOXO
Ojalá yo pudiera escribir tanto. Me conformo con mis pequeños textos. Más tarde comentaré algo...
Calixta: considérese con un boleto.
Calligatum: La espero por acá siempre, :D muchas gracias.
Saludos!
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