viernes, marzo 21

Una vieja adicción.

Ya no son como antes. Eso es seguro.
No crujen igual, no saben igual, hasta parecen más pequeñas que cuando era un niño, pero siguen causándome adicción.
No debí probarlas de nuevo, pero, ¿cómo resistirme?
Estaban ahí, las habían comprado para todos y yo podía extender la mano con suavidad, sin aspavientos y llevarme sin más una de ellas a la boca y destrozarla entre mis dientes.

Así lo hice.
El primer contacto fue tan... ¿sensual? Quizá, pues después de todo, es en la boca donde se desarrollan buena parte de los grandes placeres de la vida: un beso, un trago de vino, un bocado de carne... una galleta de chocolate.

Con la segunda, fue diferente. La separé por la mitad como hacía antes; una de las partes tenía la crema de chocolate y la otra estaba desnuda.
Primero ésta, la que no tiene el betún, las migajas se descomponen
rápido entre mis muelas y empiezo a salivar. El sabor es familiar sin duda y el dulce y el amargo se reúnen en armonía sobre mis papilas gustativas. !Ah, qué delicia!
Pero falta el otro lado del sandwich.
Esta vez aderezado de la crema de chocolate. Es una parte que se come con menos prisa. Primero quitando las orillas desnudas y luego pasando la lengua furtivamente para robar un poco de la mantequilla.

Y el sabor se disuelve rápidamente.
Es un placer fugaz. Ahora entiendo la bulimia y la anorexia. Es un acto de masoquismo negarse a estos placeres o castigarse por alcanzarlos.
El sabor de las cosas debería ser clasificado como pecado.
Luego otra, otra más. Debí frenarme cuando las galletas se acababan. No quería verme como un maleducado. Moderación, moderación. Tuve que esperar hasta el otro día. !Ah que bellas son las puertas abiertas de una tienda con el display colorido de una marca de galletas!
Pagar cinco pesos y tenerlas entre mis manos envueltas en su empaque metalizado color rojo y con motivos café. Galletas Emperador. Rellenas de poder. Cuán cierto.
Una, dos, tres galletitas.
Cuatro, cinco, seis galletitas
se disuelven en mi boca y hacen
"crunch, crunch, crunch".
Siete, ocho galletitas y el paquete se acabó.

Quisiera una mesa cubierta de galletas. Comer comer comer, hasta reventar en una marea de chocolate.

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