domingo, mayo 10

Inflamación.

No me percaté de cuando empezó a picar. Es una de esas molestias a las que el cerebro responde involuntariamente -¿involuntariamente? en todo caso, debería de ser, inconscientemente, pero, ¿cómo se responde a algo desde la inconsciencia? ¿la conciencia existe? ¿existe la inconsciencia?-. Me pasé el dedo por la zona de piel que empezaba a enrojecerse, muy cerca de mi ojo derecho. Poco a poco, la molestia creció y la noté, palpé con cuidado el área, descubrí la erupción, me acerqué al espejo para inspeccionarla y descubrí el enrojecimiento sumado a la hinchazón. Era extraño que hubiera surgido así, porque sí, en ese preciso lugar. Quizá una alergia. Un piquete. Intenté ver más de cerca. ¿Habrá sido un zancudo? Podría ser, porque ha llovido hace unas horas y es sabido que los mosquitos suelen deambular y buscar sangre después de la lluvia, en realidad son los mosquitos hembras las que se alimentan de sangre para posteriormente desovar en un charco. Pudiera ser que un zancudo hembra buscando alimento se posara junto a mi ojo derecho -¿por qué justamente ahí?- y aplicara el piquete sin que yo me diera cuenta. Cuando se hubo retirado, la comezón empezó a surgir e instintivamente mi dedo se acercó a la zona lastimada para rascar, primero distraídamente, después con mayor insistencia, provocando la inflamación que ahora me molesta tanto.
Veo en el espejo mi ojo deformado a causa de un insignificante insecto. Si me hubiera dado de cuenta -pero estaba demasiado distraído para notarlo- habría podido matarle, evitar que se alimentara de mí, huyera, se reprodujera en una charca; después del proceso natural habría muerto invariablemente, quizá después de picar a uno o dos individuos más. Pero detener esa cadena estuvo en mis manos.
Ahora, nuevos zancudos nacerán en el agua, emergerán de ella y saldrán a alimentarse y aparearse; las hembras preñadas buscarán con su olfato la sangre, encontrarán una zona de piel delgada y picarán ahí, sorbiendo el líquido, hasta hartarse, buscarán a su vez nuevas acumulaciones de agua donde depositar los huevos, se apartarán olvidándolos para siempre -¿un zancudo tiene memoria?- y así, sucesivamente. En mis manos estuvo, ahora lo sé, detenerlo.
Pero no. No me di cuenta del piquete. Ahora soy cómplice de millones de vidas por venir... orgulloso confidente de las que a causa de ellos habrán de apagarse.
Ante el espejo, sonrío.

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