Retomé Ulises, de James Joyce. Hace cosa de dos años, un poco más que menos, encontré el libro en un estante del Sanborns. Era una traducción premiada y con comentarios. Tenía un buen precio así que me lancé sobre ella y antes de pensarlo ya la había pagado y tenía en mis manos en una bolsa de la tienda.
Previamente había conseguido “El retrato del artista adolescente” también de Joyce. Una novela previa y significativamente más corta que el Ulises. Y sin embargo, nunca la terminé. El ejemplar sigue rodando por los recovecos de mi cuarto.
Recuerdo que leía el “Retrato” mientras iba en combi al trabajo. Llegué hasta la escena donde un sacerdote da un largo –larguísimo- sermón sobre el infierno al salón de clases donde va Dedalus. El parloteo continuo y uniforme termina por ser convincente. Se siente uno regañado. Después de eso (no recuerdo si terminé la escena) dejé el libro.
Talvez un año después fue que encontré a Ulises y tuvieron que pasar unos tres meses antes de que finalmente sacara el libro de su bolsa y lo empezara.
Intenté leer el prólogo. Tardé tres días en avanzar hasta la mitad del mismo, así que me salté lo poco que faltaba y me pasé a la sección de comentarios donde explican el paralelismo entre la Odisea y la obra de Joyce. Tampoco lo terminé. Luego de la explicación del tercer capítulo me salté al inicio de la novela.
Habré avanzado quizá hasta el … no sé. A lo mucho una tercera parte de la novela, cuando definitivamente deserté. No le hallaba. Nomás no. Me perdía en más de una ocasión. A veces, regresaba la lectura dos o tres párrafos y me hallaba con un texto completamente diferente. Como si cada vez que leyera, las palabras cambiaran, las intensiones a veces fueran más evidentes y otras, tan sutiles que pasaban desapercibidas.
Solía achacar esto a mi débil atención. Quién sabe qué fue realmente.
He vuelto a abrir las páginas del Ulises, esta vez directo y sin escalas al primer capítulo. Ha sido difícil. Me encuentro algunos párrafos y líneas que subrayé de la primera vez. Algunos son verdaderos poemas en medio de la prosa. Otros son visiones de sueños.
Releo y recuerdo algunas cosas, pero el texto es de nuevo otro. Y el mismo. Difícil aún.
Leer Ulises a los 25 puede convertirse en una verdadera odisea. Espero llegar a ver Ítaca al final.
Previamente había conseguido “El retrato del artista adolescente” también de Joyce. Una novela previa y significativamente más corta que el Ulises. Y sin embargo, nunca la terminé. El ejemplar sigue rodando por los recovecos de mi cuarto.
Recuerdo que leía el “Retrato” mientras iba en combi al trabajo. Llegué hasta la escena donde un sacerdote da un largo –larguísimo- sermón sobre el infierno al salón de clases donde va Dedalus. El parloteo continuo y uniforme termina por ser convincente. Se siente uno regañado. Después de eso (no recuerdo si terminé la escena) dejé el libro.
Talvez un año después fue que encontré a Ulises y tuvieron que pasar unos tres meses antes de que finalmente sacara el libro de su bolsa y lo empezara.
Intenté leer el prólogo. Tardé tres días en avanzar hasta la mitad del mismo, así que me salté lo poco que faltaba y me pasé a la sección de comentarios donde explican el paralelismo entre la Odisea y la obra de Joyce. Tampoco lo terminé. Luego de la explicación del tercer capítulo me salté al inicio de la novela.
Habré avanzado quizá hasta el … no sé. A lo mucho una tercera parte de la novela, cuando definitivamente deserté. No le hallaba. Nomás no. Me perdía en más de una ocasión. A veces, regresaba la lectura dos o tres párrafos y me hallaba con un texto completamente diferente. Como si cada vez que leyera, las palabras cambiaran, las intensiones a veces fueran más evidentes y otras, tan sutiles que pasaban desapercibidas.
Solía achacar esto a mi débil atención. Quién sabe qué fue realmente.
He vuelto a abrir las páginas del Ulises, esta vez directo y sin escalas al primer capítulo. Ha sido difícil. Me encuentro algunos párrafos y líneas que subrayé de la primera vez. Algunos son verdaderos poemas en medio de la prosa. Otros son visiones de sueños.
Releo y recuerdo algunas cosas, pero el texto es de nuevo otro. Y el mismo. Difícil aún.
Leer Ulises a los 25 puede convertirse en una verdadera odisea. Espero llegar a ver Ítaca al final.
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