Después de tantos cuentos en torno al mismo tema, solía quedarse pensando en la posibilidad de que toda aquella fantasía fuera, después de todo, real. La teoría que sostenía para sí mismo era que nada que hubiera salid de la mente de un ser humano podía ser del todo real o del todo falso.
En esas cosas pensaba o, mejor dicho, divagaba, cuando la pantalla se apagó. Al percatarse del desperfecto, inclinó un poco la cabeza hacia su derecha tratando de entender lo que ocurría. Quizá, después de tantas horas de trabajo, el monitor hubiera terminado averiándose.
Pero algo había raro en aquel espacio negro frente a sus ojos. Era un pequeño punto luminoso que parpadeaba, un destello que parecía la señal de vida en el computador. Intentó mover el mouse, quizá se tratara del puntero, pero no ocurrió nada en pantalla.
Tipeó rápidamente varias letras en desorden y observó como éstas se reproducían luminosas y formadas por líneas verdes. De pronto, le vino a la mente el recuerdo de aquellas computadoras que conoció de niño: fondo negro, letras verdes; sin imágenes, punteros, formas. Nada, salvo letras.
Inclinó una ceja y golpeó con el índice la tecla Backspace para borrar aquel desorden de caractéres que no formaban ninguna palabra. Intentó recordar los viejos comandos de sistema operativo y cuando tuvo en la mente uno, lo tipeó y golpeó la tecla Enter.
No pasó nada. Ahora, la otra ceja también se había inclinado y ambas parecían estar a punto de juntarse. De su mente desapareció la divagación. Más bien, ahora, intentaba resolver el problema. Quizá había atrapado a algún virus durante sus incursiones a la red.
El parpadeo que estaba justo en el centro de la pantalla cesó y el cuadro luminoso se movió hacia la derecha dejando una estela de letras que, poco a poco, formaron la pregunta "¿Yes / No?"
Cruzó los brazos. Si se trataba de un virus, aceptar podría significar la pérdida de todos los datos de la computadora, si pulsaba una negativa, podría ser que se tratara de una trampa y terminara, también, perdiéndolo todo. Se planteó la posibilidad de apagar todo, desconectar la corriente y ver qué ocurría. Pero su mano empezó a moverse hacia el teclado con la respuesta en la yema de los dedos, repitiéndose en la cabeza una y otra vez.
"Yes".
Oprimió la tecla "Y" y cuando, después de un par de segundos, dejó caer el dedo sobre "Enter", comprendió que era cierto. No todo lo inventado es necesariamente ficción ni la realidad es inobjetable, como siempre había escuchado.
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