viernes, diciembre 28

Extraño

Yo no quería jugar al fútbol, si acaso, a patear un bote de aluminio.
No aprendí eso ni muchas otras cosas indispensables para la vida.
En lugar de una guitarra tuve un Nintendo
y papá nunca me compró una bicicleta porque era peligroso andar por la vida
sólo sobre dos ruedas y tratando de guardar el equilibrio. O eso entendí.
Como no me enseñaron a ganar fue más fácil comprender cuándo perdía.
Tener ambiciones chiquitas de una persona normal, aunque eso fue un error,
pues termine con ambiciones que sólo le quedan a personas extraordinarias.
No me enseñaron a verme ante el espejo para peinarme
y ahora hago la raya del cabello del lado equivocado.
Tuve carritos, pero no herramientas o camiones de construcción,
y por eso, ahora casi todo lo hago pedacitos aún sin querer.
No me enseñaron que había de crecer, ser un adulto y todo eso,
pero tuve casi todo lo que llega a tener un niño
–al menos, lo que me tocaba tener–
como un viejo con el cascarón equivocado.
No supe de la música sino hasta bien entrados los años.
Pasé, entonces, de los cassettes de José José y Juan Gabriel
a los discos compactos de heavy metal. Un des-concierto.
Y me fui haciendo de algunas cosas
pensando que seguía siendo joven,
tratando de creerlo.
A veces, creyéndomelo.
Como niño-viejo, no entendí las dificultades ni las sufrí,
como viejo-adolescente, algo pude ir captando.
Mi complejo de Peter Pan sigue guardado
en uno de mis bolsillos, junto a una USB y mi inseparable bolígrafo
que ya nada escribe desde hace mucho.
A estas alturas, cuando ya debería conocer algunas cosas de cerca
–el dolor de la muerte, el fragor de una pelea,
el deseo de la aventura, la incertidumbre de la guerra,
el etcétera del etcétera–
todas han asomado su cara blanca a medias, aunque no me quejo.
Entonces, ¿quién es ese que me ve cuando me miro?
Lo que supe, es de ayer, así que hoy no lo sé más.
¿Por qué presiono Enter tan seguido? No lo sé.
Un verso absoluto se me ha ocurrido hace poco,
al descubrir que no son de tu gusto los poetas
–¿qué soy yo? No lo sé–:
Nada ha existido siempre. Somos solo un vórtice que se devora a sí mismo en la imaginación de Dios.


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