Me dicen que debo concentrarme,
dejar a un lado todos los pendientes y fijar la mira
en el vacío que dejaron los pasos que no dimos,
instalarme entre los afilados dientes de la certeza
y llorarte con toda la rabia que nunca pude sentir,
echar mi cuerpo como quien tira cenizas
y ser por unas horas, un fin de semana siquiera,
lo más triste que haya sido jamás.
Lo cierto es que no podría gastarme
ni en vacaciones todo lo que pienso pensarte.
Seamos honestos,
a mí esto de olvidar a fuerza se me ha dado mal
y prefiero regodearme en tus canciones,
en tus horas y esperas
como si aún pudiéramos tejernos de las manos,
de forma más bien indefinida.
También ha pasado
que al mirarme al espejo, ensayando
cómo ocultar tras de los párpados las señas de tu ausencia,
he descubierto que
ahora yo soy más yo de lo que yo era antes
y es todo por ti.
No es poca cosa
aunque la guarde en el bolsillo
junto a la lista de todo aquello que he aprendido a desear.
También quisiera hablar de ti,
dar una vuelta por los lugares comunes de la poesía
aunque antes preferiría meterme a tu voz nuevamente,
que era en gran medida
lo que algunos han dado en llamar el motivo para un montón de cosas:
hacer café, aguantar el calor, levantarse temprano.
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