martes, abril 21

Algo no está del todo bien



Algo se ha colgado de mi hombro. Su siseo ya no es más extranjero pero he decidido acudir al espejo para verificarlo. La imagen se me aparece como quien da una vuelta equivocada y se encuentra en un amplio pasillo iluminado y vacío, la sensación es la del cliché mientras deambulas por el museo. Me he puesto a buscar, primero por fuera del marco del reflejo, astillas de realidad, un camino de migas de pan transportadas por hormigas –la señal esperada de que por encima de nuestras cabezas se prepara la lluvia sin horas–. Algo va mal, ¿qué es? La pared es un lienzo que huye. La pared es el tiempo dedicado y sus astas salvajes se escabullen mientras intento mantener el equilibrio. Algo va mal, ¿quién puso esta sonrisa por encima de mi hombro? Los labios, quiero decir, la idea de esos labios y su curva púrpura tienen el peso de una sombra en mi vista periférica y un tacto ahora familiar que empieza en el omóplato y se detiene antes de llegar a la clavícula. Debería concentrarme en la superficie del espejo. El reflejo helado me mira mientras busco en sus detalles. Algo pasa, ¿por qué no logro ver más allá de esos ojos? La sonrisa apenas asoma, sin importar cuanto contorsione el cuerpo no logro atraparla en el reflejo. Mi cuerpo hace figuras ridículas en la oscuridad ante el espejo y siento que la sonrisa, quiero decir, esa idea vista a medias, casi adivinada sobre mi hombro, parece abrirse y reír sin disimular la satisfacción. Me detengo –ya no veo a la pared ni al espejo ni al animal que escapa por el pasillo y deja sus huellas en el aire– y mis labios se tensan para imitar un gesto que no puedo dibujar. Algo no está del todo bien. La sonrisa por encima de mi hombro no deja de vigilar.


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