jueves, enero 14

Lo más seguro que tenemos


Lo que hay que hacer con las certezas
es atarlas todas por sus puntas, hacer una madeja
y echarla al río más grande que encontremos.
Volverán cuando quieran.
Como cuando no sabía muy bien qué hacer
y terminé encontrándome,
ya con más de treinta años,
con un par ambiciones no muy pequeñas.
O esta fiebre
que aprieta las mandíbulas para moler
los diarios malos sueños
y este rostro,
que nunca había sido mío,
vestido durante semanas hasta el entumecimiento
con la misma mueca.
Es lo que quería contarte: la seguridad con que decaemos.
Apenas si vamos a poder ser tan hermosos mañana
como ya lo hemos sido hoy.
Y lo más seguro que tenemos
es esta rabia
con que vemos el camino hacerse añicos.
Todo está tan definido
que puede servir para llenar un costal
que cuelgue al hombro
en tanto se llega al lugar donde ha de desaparecer.
Hay que desechar todo lo que era seguro,
todo lo que era real.
Esa mañana exacta,
o la boca abierta para depositarle flores,
la mesa de madera para mojarla de risa,
la llegada puntual de las palabras.
Lo que hay que hacer
es licuar todas las fronteras
mientras nos crecen pétalos en las manos.

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