miércoles, septiembre 12

Despierta

La última frase en el monitor había sido “hasta mañana” y justo cuando abrí los ojos, se desplegó la ventana del mensajero en la pantalla saludando con un “buenos días” seguido de un pequeño dibujo animado.
Sonreí pensando en las casualidades, como si pudieran existir y me levanté para acercarme al teclado respondiendo “acabo de levantarme…”. Un mensaje críptico que resumía un “yo también” apareció de inmediato.

La idea era mantenerse en contacto todo el tiempo. Una serie de alertas de sonido podían despertarme en caso de que fuera necesario. Casi nunca lo era. Llevábamos casi tres semanas de la misma manera, probando una serie de programas de anonimato en la red. Nuestro “Hunter” había dedicado una semana completa en nosotros dos sin poder ubicarnos y sentíamos que podíamos llegar al tiempo límite con éxito.
“No te has desconectado en ningún momento, ¿verdad?” preguntó con sus palabras sintéticas Thais, a lo que respondí con un rápido “no” en el teclado.
Tenía que verificar mis rastros, cosa que no me llevaría mas que un par de minutos. El programa que Thais y yo habíamos construido y que ahora utilizábamos para escapar de nuestro Hunter hacía necesaria una serie de limpieza cada 24 horas, cuatro veces más que los utilizados por los otros. Nos sentíamos orgullosos de eso.
“¿Terminaste de limpiar?”
“Síp” contesté de inmediato.

“Escaneo”.
“OK”.
Thais era el scanner del equipo, la encargada de detectar a nuestro Hunter. En los últimos tres días estuvo cerca de nosotros, pero todavía no representaba una amenaza. En seis horas más habríamos pasado la prueba.
Coloqué la bolsa de golosinas a un lado del teclado y la gaseosa. Mi desayuno. Thais y yo debíamos movernos de forma aleatoria por 200 servidores cada día, solo se trataba de entrar y salir, sin dejar rastro alguno. Así lo habíamos hecho hasta hoy.

“Me enteré de algo” interrumpió Thais cuando salía del Server de una empresa de biocombustible.
“¿Ajá, qué?”.
“El target al que nos dirigirán”.
Tardé unos segundos antes de responder esto último. Se suponía que no podíamos conocer los
objetivos sino hasta pasar los preparativos. Éramos el cuarto equipo de seis que habían trabajado en el último mes en el training, y en ese mismo sentido, solo otro equipo había llegado tan lejos como nosotros.
“Lo que sea, no debemos adelantarnos”.

Thais cambió el color de letra en ese momento a un amarillo que casi no podía leerse en pantalla.
“Podemos entrar antes de que nos lo pidan”.
Yo conocía las implicaciones de no seguir el método, así que decidí no seguirle el juego.
“Es mejor que esperemos. Sigue escaneando, no nos descuides”.
Thais no respondió y seguí trabajando.

Luego de unas horas me di cuenta que solo nos quedaban 55 minutos antes de cumplir nuestro objetivo. Hice una nueva limpieza para evitar una sorpresa de último minuto. Me recliné sobre el sillón, y dormí.

+ + + +

Un intenso bipeo me despertó de improviso. Vi la pantalla llena de mensajes de Thais. Tenía quizá unos cinco minutos llamando por el mensajero. Voltee al reloj. Me había quedado dormido más de 40 minutos.
Traté de leer los últimos mensajes. Eran inconexos. Quise entender lo que pasaba y leí varias veces su textos, crípticos como siempre. Decía que había entrado al Server de Hexagesa y que no había podido mantenerse en el escaneo, por lo que no había notado que el Hunter nos
tenía el ojo puesto y que parecía había identificado una línea de código de nuestro programa y que ahora estaba atrapada entre el servidor de Hexa y el Hunter.
Luego, la ventana estaba llena de mensajes como “¿te has quedado dormido? Despierta, despierta, despierta” repetidos múltiples veces para hacer sonar las alertas de sonido.
Revisé el programa, no entendía cómo nos había alcanzado. Hacía menos de una hora había realizado la segunda limpieza.
Quizá ese había sido el descuido. Aunque el programa deja rastros prácticamente nulos, al limpiar, no solo elimina nuestras huellas, es como un antibiótico que no solo elimina al agente infeccioso, sino también a los glóbulos blancos.
Mientras realizaba un escaneo para tratar de evadir al hunter, recordé a Hexagesa. Rápidamente busqué en nuestra lista. Ese Server no estaba entre nuestros objetiv
os de prueba.
“¿Qué hacías en Hexagesa?” pregunté a Thais que seguía colocando en la ventana del mensajero repetidamente “despierta, despierta, despierta”.
Luego de una pausa, respondió.
“Es nuestro target”. En ese momento, desee que no estuviera del otro lado del mundo frente a cuatro ordenadores, sino tan solo a unos metros para patearla hasta cansarme.
“Te dije que no debíamos precipitarnos”.
Teníamos pocas opciones y solo estábamos a nueve minutos de lograr el tiempo meta.
“Lanza el Ghost”.
Esa era nuestra última opción contra el Hunter. Un programa que dejaba una serie de rastros sobre nuestras rutas y abría varias vías de escape al mismo tiempo. Como lanzar una caja de ratas a un laberinto. Un distractor. Esperábamos sirviera de algo.
Estuvimos trabajando cinco minutos y cuando creíamos haber evadido al Hunter, detecté un acercamiento, esta vez más peligroso de nuestro perseguidor.
“No vamos a lograrlo”. Thais parecía desesperada.
“Eres una estúpida. Luego me encargaré de ti”.

En ese momento se me ocurrió una sola cosa.
“Thais, quema el programa”.
Su pantalla no emitió ningún nuevo mensaje. Estábamos a tres minutos y lo que proponía era estacionar nuestro código en un punto para que fuera detectado por el Hunter. Exponernos.
“Nos va a atrapar”.
“No si lo atrapamos primero”.
Le propuse colocar el programa en uno de los servidores de Hexagesa, en posición vulnerable y con un rastro hacia ambos.
Mientras ella lo hacía, abrí el código del Ghost, esperaba que funcionase.
Busqué con el esacaneo al Hunter, nos había seguido de un servidor en Suiza a uno en Brazil, luego a otro en Japón, al siguiente en España y en unos segundos captaría nuestro enlace en México.
En ese instante lancé el Ghost. El programa se ejecutó de forma simultánea en nuestros servidores. La pantalla se llenó de líneas que mostraban la trayectoria del Hunter. Estaba usando un programa similar al nuestro pero menos complejo. La modificación a nue
stro distractor tenía como objetivo alcanzar el origen del cazador.
En el reloj quedaban 60 segundos. Un cuadro de diálogo rojo apareció en la pantalla. Lo había encontrado. Ejecuté una secuencia en el teclado. Una serie de comandos aparecieron recorriendo de abajo hacia arriba con sus letras verdes la pantalla del ordenador. Cuando la pantalla se detuvo, realicé un nuevo escaneo.
El Hunter había llegado hasta nuestro servidor central de enlace pero no había tenido tiempo de identificarnos. Justo cuando en el reloj se extinguían los últimos 10 segundos, debía estar observado la pantalla de sus ordenadores con el código corrupto apareciendo, eliminando su presencia de la red.
“Desapareció”. Era un nuevo mensaje de Thais.
“Mueve el programa de inmediato”. Así lo hizo. Luego la limpieza y estábamos fuera. Sin haber dejado rastro en los sitios que habíamos irrumpido.

“¿Lo logramos?”
“Así parece”. Thais había dejado de escribir con su lenguaje resumido. Ahora lo hacía usando todas las letras del alfabeto para comunicarse.
“Pensé que iba a atraparnos. Eres bueno, Arian”.
“Deja de decir tonterías. Casi pierdo esos 10 millones por tu insensatez. Espero que no te comportes igual cuando tengamos que atacar nuestro target”.
“No te preocupes”.
Las últimas palabras de Thais no me reconfortaban. Pero ahora solo tenía que esperar unos minutos para recibir la llamada que confirmaba la primer transferencia de 2 millones y después, las instrucciones para nuestro objetivo.
Me recosté de nuevo sobre el sillón, estaba pensando en descansar finalmente después de tres semanas de dormir a medias, de vigilancia en línea, de cubrir nuestros pasos. Estaba exhausto, pero contento. Nunca se había hecho una prueba como esta. Y nosotros la habíamos pasado.
Me pregunté por que Thais había dejado de escribir con su forma sintética justo en ese momento. Mis ojos empezaban a cerrarse por fin para descansar, cuando un cuadro rojo apareció en mi pantalla.
“ARIAN, HAS SIDO CAZADO”.

Era el mensajero de Thais. El móvil sonó en ese instante. La voz femenina habló sin expresión.
- Thais fue eliminada por el Hunter hace 30 minutos, pero usted aún puede optar por la misión. Se han transferido dos millones a una cuenta a su nombre. En tres días recibirá por este medio su target final.
Estaba confundido. Si Thais había sido alcanzada por el cazador, ¿porqué tenía aquel mensaje en la pantalla?

- Acabo de recibir un mensaje que parece del Hunter, ¿qué pasa aquí?
- Lamentamos cualquier confusión – agregó la voz en el teléfono – Una diferencia de segundos en los servidores ha confundido al Hunter. Usted ha pasado la prueba. Por favor, elimine sus enlaces hasta nuevo aviso.
La voz se apagó en el móvil. Aún sin saber exactamente qué había pasado, me levanté del sillón y arranqué un cable de la pared para apagar todo en aquel instante. Cuando caí en la cama, sonreí, pensando en la precipitación de Thais al entrar a Hexagesa, pensando que después de todo, el Hunter hubiera podido haberme hecho un favor.

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